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Declaración conjunta del Grupo de Edtudios Multidisciplinarios sobre Religión e Incidencia Pública (GEMRIP) y la Red Latinoamericana y del Caribe para la Democracia

A lo largo de la historia, lo religioso ha representado un espacio que ha sido, al mismo tiempo, receptor y generador de contextos de violencia, el cual ha resultado en millones de muertes.

Lamentablemente, los factores que han dado lugar a estos escenarios no han cambiado mucho; inclusive, se han agravado. Según el informe del Centro de Investigaciones Pew (2019), durante la década de 2007 a 2017 las restricciones gubernamentales a la religión (leyes, políticas y acciones de funcionarios estatales que restringen las creencias y prácticas religiosas) crecieron notablemente en todo el mundo. De la misma manera, las hostilidades sociales relacionadas con la religión, incluida la violencia y el acoso por parte de particulares, organizaciones o grupos, también han aumentado desde 2007 en todo el mundo (el número de países donde las personas experimentan los niveles más altos de hostilidades relacionadas con la religión ha crecido de 39 a 56 en la última década). 

En este contexto donde lo religioso permanece como un epicentro de violencia en diversos niveles, queremos hacer un llamado al fortalecimiento de otras figuras que también han sido parte del legado de las religiones, creencias y espiritualidades, como son la lucha por la justicia, la promoción de la paz y la defensa por los derechos humanos.

Esta es una responsabilidad que compete tanto a las propias religiones y sus comunidades, como también a los distintos agentes sociales, que deben acompañar la construcción de instancias de diálogo, reconocimiento e intercambio. 

Igualmente, reconocemos este día internacional de conmemoración de las vícitmas de actos de violencia basados en la religión o las creencias  declarado por la Organización de Naciones Unidas y manifestamos nuestra voluntad de seguir promoviendo el respeto de las diferencias y la coexistencia pacífica en medio de la diversidad.

Por todo esto, instamos a:

  • Que existan más espacios de aprendizaje, educación y concientización, reflejadas desde campañas de comunicación  hasta encuentros de diálogo social y políticas públicas, sobre las realidades del mundo religioso, sea a nivel local como nacional y global. La ignorancia y el desconocimiento sobre la pluralidad y diversidad de este campo son la semilla para contextos de discriminación y violencia.
  • Que se construyan más espacios de dialogo interreligioso dentro de nuestras sociedades, promovidos inclusive por grupos políticos, Estados y organizaciones de sociedad civil. Es indispensable el compromiso de cada religión para abrirse a la existencia de otras experiencias ycosmovisiones , como un modo de promover la convivencia democrática.
  • Que la libertad religiosa sea una realidad en nuestras sociedades y en el mismo campo de las políticas públicas, como un marco de promoción, inclusión y respeto de la pluralidad religiosa. Esto significa que no existan privilegios de algunas religiones por sobre otras, así como mecanismos que garanticen no sólo la libre expresión de cada identidad religiosa, sino el respeto de éstas por los derechos alcanzados por la sociedad y otras minorías. 
  • Que las instituciones religiosas no sean utilizadas como vías para la violación de derechos humanos, la negación de derechos adquiridos o la propagación de discursos de odio. Vemos con preocupación la movilización de grupos políticos que utilizan discursos religiosos o instrumentalizan pertenencias eclesiales como canales para propagar agendas particulares, en nombre de la “libertad de expresión” y con el objetivo de vulnerar derechos.
  • Que el campo de lo religioso, las creencias y las espiritualidades sea un elemento fundamental en los proyectos educativos en todos sus niveles, para entender la importancia de este campo –así como sus discursos, ideas, comunidades y creyentes- para las sociedades.
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