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Por Ariel Corpus

La visita de un Papa a México siempre es motivo de controversia. Algunos ciudadanos están en franca oposición de su presencia al argumentar la laicidad del Estado mexicano, ganada a pulso, sudor y sangre; pero también, una amplia feligresía católica que se encuentra a favor de su llegada y que de manera muy sincera buscarán la cercanía del pontífice romano. Parece ser que los políticos son los más interesados y quienes buscarán la mayor “ganancia” de su visita. Basta recordar que en el 2014 Enrique Peña Nieto, actual presidente del país, visitó el Vaticano; lo mismo hizo en 2015 Manuel Velazco, gobernador del estado de Chiapas, y Andrés Manuel López Obrador, líder del partido político Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), quien hizo entrega de una medalla de Fray Bartolomé de las Casas al Papa en su pasada visita al Vaticano.

La agenda programada para Jorge Mario Bergoglio marcha por un camino allanado según el interés de la Conferencia del Episcopado Mexicano: celebraciones eucarísticas, visita a la Basílica de Guadalupe y encuentros con representantes culturales, trabajadores, familias, reclusos, religiosos y religiosas, seminaristas, jóvenes, etc. Estas actividades se dividirán en cuatro estados que pisará el pontífice romano, todos con particularidades y contrastes que Francisco no conoce a fondo (si es que acaso no le han informado), y cuyos gobernantes están ávidos de legitimidad con los ciudadanos que representan.

El Gobierno de la Ciudad de México anunció que aprovechará su visita a la Catedral Metropolitana para otorgarle las llaves de la ciudad, ello mientras que en la Plaza de la Constitución, mejor conocida como “plancha del Zócalo”, montará una réplica de la capilla Sixtina con ayuda del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes. Lo anterior le viene muy bien a la hoy abreviada “CdMx” quien desde el 2014 impulsó un plan para el desarrollo del turismo religioso en la capital con una amplia inversión nada despreciable. Con ello, Miguel Ángel Mancera podría mantener ciertas expectativas para la contienda electoral del 2018, pues hoy en día el Jefe de Gobierno ya no cuenta con la misma simpatía con la que llegó años atrás a las urnas, pues su imagen pública se ha deteriorado por su política policiaca, la inseguridad, la privatización del espacio público y el aumento a tarifas de transporte público, entre otras medidas que ha tomado en su administración.

Francisco celebrará una misa en Ecatepec, Estado de México, la diócesis más poblada del país y cuyo obispo emérito Onésimo Cepeda, una “joyita” del catolicismo mexicano, fue acusado de fraude y lavado de dinero en el año 2010, además, conocido por su famosa frase: “el Estado laico es una jalada”. En este mismo municipio se han reportaron altos índices de feminicidios, reportados incluso por medios de información internacionales como la British Broadcasting Corporation (BBC) y El País. El gobernador de esa entidad tardó cerca de cinco años en reconocer la magnitud del problema y activar la alerta de género, correspondientes a una serie de medidas cautelares.

Chiapas es el tercer estado que visitará Francisco, uno de los que cuenta con mayor población indígena, y sí, uno de los más empobrecidos del país. También es uno de los estados con mayor diversidad religiosa, generadora de cultos y devociones de muy distinto tipo o que se encuentran al margen y/o paralelo a la institucionalidad católica. San Cristóbal de La Casas, ciudad colonial que pisará Francisco, tiene una gran presencia de minorías evangélicas, la mayoría de ellas de corte fundamentalista que ven en el Papa el representante del Anticristo, motivo por el cual han llegado a realizar declaraciones donde esperan una acción divina que atente contra la vida del Papa. En sus claroscuros, es uno de los estados más golpeados en cuanto a la intolerancia religiosa se refiere, donde las heridas a raíz de los conflictos socio-religiosos, como el de Acteal, aún no sanan.

Estará en Morelia, capital del estado de Michoacán, un gran rompecabezas de conflictos devenidos en parte por los problemas del narcotráfico en algunos municipios de la llamada “Tierra Caliente”, también de corrupción por una serie de “videoescándalos” donde el líder de los Caballeros Templarios, Servando Gómez Martínez, alias “La Tuta”, daba instrucciones y líneas de acción a ciertos alcaldes. Michoacán, es un territorio muy complejo para detallar en un solo documento. Finalmente visitará Ciudad Juárez, otra de las ciudades que no se queda atrás en cuanto a los altos índices de feminicidios. Según el estudio “Carga Global de la Violencia Armada 2015. Cada Cuerpo Cuenta” de la Organización de las Naciones Unidas, entre el 2007 y 2009 se cometieron 1,909 feminicidios en el país. También, Juárez es un lugar donde desde la década de los noventas se ha caracterizado por la instalación de maquilas, lo cual ha provocado la precarización del mercado laboral con salarios irrisorios.

¿Francisco, en su calidad de líder moral, hablará de estas situaciones, denunciará la cultura política de corrupción y cinismo de la clase política mexicana o como buen católico sólo dará un mensaje de paz y reconciliación, se posicionará en contra de asuntos tan alarmantes como el capitalismo de despojo, el ecocidio y los feminicidios?

La iglesia católica tiene sus propios problemas, una singular agenda llena de pendientes que conciernen a distintas problemáticas de una sociedad cambiante. Dentro de estos temas se encuentra el aborto: desde el 2006, 16 estados han modificado su legislación para penalizar a las mujeres que se practiquen la interrupción del embarazo, en días pasados se sumó el estado 17, Veracruz. Pese a un mayor trabajo de información, concientización y cabildeo entre representes ciudadanos de parte de organizaciones sociales, aún las legislaciones estatales demeritan las decisiones de las mujeres sobre su propio cuerpo.

La pederastia es un tema que pone “sal en la herida” a la iglesia católica, pues le penetra “hasta las coyunturas y los tuétanos”. En los últimos meses de 2015 Francisco dio su indulgencia plenaria a los Legionarios de Cristo, con todo y las denuncias en contra de su fundador Marcial Maciel y los vínculos de más miembros de la orden religiosa, lo que ha sido investigado, documentado y difundido por periodistas de reconocido prestigio. Las voces críticas esperaban una posición más dura de Francisco, pero la indulgencia mostró un rostro conservador, al cual no le importaron las víctimas.

La corrupción, el narcotráfico, la violencia y las desapariciones forzadas son problemas que han lacerado al país. A inicios del año en curso el obispo Raúl Verá entregó un informe sobre esta situación a lo largo de los últimos años, razón por la cual se espera que Francisco pueda manifestarse en contra de un gobierno que no ha estado a la altura de las circunstancias cuando se trata de defender los Derechos Humanos, cuando se trata de impartir justicia, o defender al pobre. Cabe recordar que el Papa empezó su pontificado argumentando la necesidad de una iglesia de opción por los pobres, ¿acaso es mero discurso?

Al día de hoy distintos movimientos sociales y organizaciones de la sociedad civil han buscado acercarse a Francisco con la intención de tener un encuentro con él. Uno de ellos, el más conocido seguramente, son los padres de los 43 estudiantes de la Normal Rural Raúl Isidro Burgos de Ayotzinapa (Guerrero), desaparecidos desde hace más de un año. Según declaraciones de Fabio Martínez Castilla, arzobispo de Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, el Papa no se reunirá con ellos para no “politizar” el asunto y “no echar más leña al fuego”. No obstante, estos jóvenes no son los únicos, tan sólo hasta el año 2014 se contabilizaron 27,523 desaparecidos, una cifra subestimada dado que en México no se denuncian todas las desapariciones.

La migración es un tema latente, sobre todo aquella de tránsito de cientos de centroamericanos rumbo al vecino país del norte. En tal fenómeno se ha visto involucrado las redes delictivas quienes cobran derecho de paso, secuestros, asesinatos y violaciones. Los centroamericanos son ayudados en su paso por una red de albergues de trasfondo católico con gente que de buena voluntad practica la solidaridad, pero que también se enfrentan a situaciones donde su integridad física se encuentra amenazada.

Desde México hay posiciones encontradas con respecto al Papa. Para algunos, Francisco representa la apertura y renovación de la cúpula eclesial, un pontífice que tiene buenas intenciones y que busca renovar a la iglesia, que está a favor de los derechos de las minorías y que ha dado pasos importantes para mostrar un rostro más amable de la institucionalidad católica. Para otros, sólo dice perogrulladas, cosas evidentes que no sorprenden al público especializado y conocedor de los intereses y la geopolítica vaticana, pero que sorprenden a propios y extraños al tratarse del “vicario de Cristo”; para unos más son sólo chispazos discursivos (¡quién soy yo para juzgar a un gay!”, “hagan lío”, “¿habrá tequila?”, y un largo etcétera) que no implican verdaderos cambios estructurales de la iglesia católica, un Papa con carisma que busca acercar a más feligreses, que “cae bien”, que es simpático, pero que no generará las reformas suficientes para renovar a una institución milenaria.

Francisco llega a un México donde la pluralidad de creencias y los modos de practicar la religión son distintos, lejanos de lo monopolizado por una instancia eclesial, de intercambios del creer, sincretismos de muy distinto tipo y nuevos movimientos religiosos. Nada de esto es ajeno a lo que se haya encontrado en su labor como arzobispo de Buenos Aires, se sabe del interés de Francisco por el diálogo ecuménico y la apertura a la diversidad de creencias. Sin embargo, uno de los matices de la religiosidad mexicana es que está imbricada en una moral conservadora, de la cual la curia sacerdotal católica se posiciona como su defensora, y a la que se suman muchas iglesias evangélicas de corte fundamentalista, partidos y personajes políticos de derecha y extrema derecha, organizaciones de la sociedad civil e instituciones de educación superior de inspiración católica.

Cierto es que la presencia de Francisco no resolverá los problemas del país. Seguramente establecerá acuerdos que como jefe de Estado puede hacer. Tendrá que negociar con el gran aparato burocrático de la iglesia católica en México y con el Gobierno a efecto de hablar sobre algún tema de las múltiples problemáticas, pero callar otras que levantan ámpulas. Francisco llega a México en uno de los peores momentos del país: fuga de capital, violencia, corrupción, asesinatos, desaparecidos, y una moneda a la baja, tan sólo por mencionar algunos y dejando de lado cientos de asuntos recientes. Lo cobijará un gobierno deslegitimado, y lo abrazará la curia católica que ha callado ante tal coyuntura.

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