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Por Michael Joseph
Coordinador del Centro de Estudios para la Paz – Unibautista, Cali, Colombia

Mis colegas, amigos y yo mirábamos por televisión, un poco en shock, mientras la comisión electoral publicaba informe parcial tras informe parcial mostrando cómo el No había ganado el plebiscito sobre el acuerdo final de paz que había sido firmado escasos seis días antes entre el gobierno colombiano y la guerrilla de las FARC-EP. En las semanas anteriores al plebiscito, múltiples encuestas indicaban que el triunfaría al contar con aproximadamente el 65% de la intención de voto. Pero al final, el domingo 2 de octubre, el No ganó por un margen mínimo: 50,2% por el No versus 49,7% por el .

 

¿Cómo pudo ocurrir esto?

Por muchas razones. 1. Se politizó. Para muchos su voto se redujo a presidente Santos y FARC vs. ex presidente Uribe. Los que se sentían más cercanos a uno de los primeros, votaron , los más cercanos al segundo, No. Palabras más, palabras menos, este plebiscito demostró que el ex presidente Uribe sigue siendo la figura política más trascendente en Colombia. 2. Repudio a las FARC. Entre las preocupaciones más comunes entre los partidarios del No estaba que el acuerdo de paz no contemplaba penas de cárcel para comandantes de las FARC que colaboraran con el mecanismo de justicia transicional y que las FARC tendrían derecho a acceder a cargos políticos y que se les garantizaba diez cupos en el congreso colombiano durante dos períodos. 3. Juego sucio de la oposición. Uribe logró infundir el temor de que si el ganara, Colombia “sería entregada a las FARC”, que “Colombia se convertiría en Venezuela o Cuba” y, lo que más nos debe preocupar a los que tenemos una mirada eclesial, que disfrazado en el acuerdo de paz había una “ideología de género” que avanzaría una agenda LGBTI que buscaba “destruir a la familia”, lo cual llevó a que la mayoría del voto evangélico (sobretodo de las iglesias pentecostales y neopentecostales) fuera a favor del No. El ex presidente Uribe, en su discurso después de saber el resultado del plebiscito, agradeció específicamente a “los pastores morales por su apoyo al No y por su defensa a la familia”.

 

¿Por qué hubo tanta abstención?

Desafortunadamente solo el 37% del electorado colombiano salió a las urnas para este plebiscito, considerado por algunos expertos como el más importante en la historia reciente de Colombia. Aún más triste es saber que esa baja asistencia a las urnas era esperado y es normal en cualquier elección en Colombia. La apatía electoral es un reto grande para las democracias en todo el mundo, no solamente en Colombia. Aunque muchos reconocimos que éste plebiscito era un momento único e histórico para el país, la politización de la misma aseguró que para muchos sólo representó un voto más que no cambiaría nada ni cuyo resultado impactaría sus vidas de manera significativa. Otra realidad que explica la apatía abstencionista es que desde los inicios de los 2000 la guerra en Colombia se ha dado más en el campo, en las zonas rurales, mientras la mayoría de la población (aprox. 65%) vive en áreas urbanas con poca afectación directa del conflicto armado.

 

Las víctimas votaron

La mayoría de las zonas rurales que han sido fuertemente afectadas por la guerra en los últimos 52 años votaron abrumadoramente por el . Un ejemplo concreto es la comunidad de Bojayá, Chocó, que se ha convertido en símbolo de la muerte de civiles después de que 79 personas fueron asesinadas dentro de una iglesia donde se habían refugiado durante un enfrentamiento entre las FARC y los pramilitares en el 2002. En el plebiscito el 96% de los votantes de Bojayá votaron por el y el 4% por el No.

 

¿Y ahora?

Lo bueno es que tanto las FARC como el presidente Santos han reiterado que están comprometidos con la paz y dispuestos a buscar salidas al impasse creado por la derrota del plebiscito. Ambos han declarado que el cese al fuego bilateral se mantiene. La oposición al acuerdo, liderado por el ex presidente Uribe, insistió que su oposición era únicamente a ciertos aspectos del acuerdo y no a la totalidad de los acuerdos. En otras palabras, la victoria del No, no es un mandato para volver a la guerra.

Tanto el presidente Santos como el ex presidente Uribe han nombrado tres negociadores que deben sentarse a buscar una salida política al actual limbo en que se encuentra el acuerdo y el proceso de paz. El presidente Santos ha dedicado buena parte de su tiempo a reunirse con diferente sectores a escuchar sus preocupaciones sobre el acuerdo y recibir sus propuestas para avanzar.

Nuestros colegas en Colombia, Justapaz de la Iglesia Menonita y la Comisión de Paz del Consejo Evangélico de Colombia (Cedecol), así como el Diálogo Intereclesial por la Paz (DiPaz) donde ambos participan ahora buscan “leer las señales del tiempo” en términos de cómo seguir apoyando la paz en el escenario político nacional y también cómo afrontar lo que parece ser una posición moralista, anti-LGTBI de muchas iglesias que está por encima de la paz, la compasión, el perdón y la justicia para los más afectados por esta guerra. Son momentos complicados, pero la resiliencia, la fe y el empeño de los constructores de paz los ayudará buscar caminos efectivos de paz y justicia como se ha hecho durante estos 52 años de este conflicto armado. ¡No desfalleceremos!

Sus oraciones y palabras de solidaridad y ánimo son importantes en este momento; nos recuerdan que nuestra fe está puesta en Dios y en esta amada comunidad que llamamos iglesia.

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